A través de las ciénagas, los recolectores de junco, parados en tierra sobre la que alguna vez flotaron, les gritan a los visitantes que pasan por ahí en una lancha. Dicen: “¡Maaku mai!”, elevando al aire sus oxidadas hoces. ¡No hay agua!
La reducción del Éufrates, río de tanta importancia para el nacimiento de la civilización y que el Libro de las Revelaciones profetizó que se iba a secar como una señal del final de los tiempos, ha diezmado granjas a lo largo de sus márgenes, dejando en la pobreza a pescadores y ha provocado el abandono de pueblos ribereños, a medida que los agricultores huyen a las ciudades en busca de empleo.
Los pobres sufren con mayor intensidad, pero todos los estratos de la sociedad están sintiendo los efectos: jeques, diplomáticos e incluso integrantes del Parlamento que se retiran a sus granjas tras haber pasado varias semanas en Bagdad.
A lo largo de cauce, los arrozales y trigales se han convertido en tierra cocida. Los canales han menguado hasta terminar como someros arroyos, y las embarcaciones pesqueras yacen en tierra seca.
“Los viejos dicen que esto es lo peor que recuerdan”, destacó Sayid Diyia, pescador de 34 años de edad en Hindiya, sentado en un café junto al río, repleto de sus ociosos colegas.
La sequía es generalizada en Irak.
El área cultivada con trigo y cebada en el norte alimentado por lluvias se ha reducido casi 95 por ciento de lo acostumbrado, al tiempo que las palmeras de dátiles y campos de cítricos del este están resecos.
Suplican por agua
La sequía tan sólo forma parte de lo que está sofocando al Éufrates y su gemelo mayor y más saludable, el río Tigris. Los culpables mencionados con mayor frecuencia son los gobiernos turco y sirio.
Irak tiene agua en abundancia, pero es un país cuyo territorio corre río abajo y hay siete presas sobre el Éufrates entre Turquía y Siria construidas y sin tratados o acuerdos por lo que el gobierno iraquí debe suplicar agua a sus vecinos.
Recientemente Turquía anunció que había duplicado el flujo del agua al Éufrates, lo que salvó la fase de plantación de la temporada del arroz en algunas áreas. Pero a pesar de promesas turcas de mantener ese esfuerzo e incluso a incrementarlo, no hay certeza alguna de que lo hará.
“Solía haber agua por doquier”, destacó Abduredha Joda, de 40 años de edad, sentado dentro de su choza de juncos en las afueras de Karbala.
Joda creció cerca de Basora pero huyó a Bagdad cuando Saddam Hussein drenó los grandes pantanos del sur de Irak en represalia por el levantamiento chiita de 1991. Llegó en 2004 para pescar y criar búfalos acuáticos en los densos humedales de la zona. “Este año, sencillamente es un desierto”, dijo.
Grave situación
En el sureste, donde el Éufrates se acerca al final de su travesía de 2,783 kilómetros y se mezcla con las aguas del Tigris, antes de desembocar en el Golfo Pérsico, la situación es grave.
Los pantanos que fueron reinundados ahí intencionalmente en 2003, rescatando la antigua cultura del pantano de los árabes, se están secando de nuevo. Las ovejas pastan en la tierra localizada en medio del río.
“El invierno próximo será la última oportunidad”, comentó Hashem Hilead Shehi, agricultor de 73 años de edad, quien vive en una aldea l oeste de los pantanos.
“Si no somos capaces de plantar, entonces todas las familias se marcharán de este lugar”.
Es realmente preocupante, sé que preocuparse indica que uno estaría ante una posibilidad de atraer lo que inminente no se quiere, pero aún así es preocupante, entonces lo que debemos de hacer es comenzar a trabajar con los pensamientos constructivos y así perfilarse hacía una vida con más abundancia en este caso de agua para TODOS¡¡ no para unos cuantos,todavía queda un poco de tiempo y hay que aprovecharlo.Suerte mucha
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